dimecres, 15 de juny del 2016

LA TEATRALIZACIÓN

LA TEATRALIZACIÓN

-Habitación de Violeta, Javier está sentado en la cama mientras que Violeta está en el ventanal mirando el paisaje. Enfrente de la cama hay un armario lleno de libros que son de la biblioteca de mansión. Junto al armario hay un escritorio y al lado suyo hay un ventanal que es donde ahora está Violeta.

VIOLETA: (Violeta, de pie junto al ventanal de su cuarto, dejó la frase en suspense).
Creo que he descubierto la clave de lo que está pasando.

JAVIER: ¿De qué puñetera clave hablas?

VIOLETA: (Seria) De ti.

JAVIER: ¿De mí? ¿Qué tengo yo que ver con los fantasmas de tu familia?

VIOLETA: (A través de los cristales, Violeta contempla el patio trasero, ahora tenuemente iluminado por las últimas luces del océano). Nada, pero... Supongamos que existen los fantasmas, y supongamos que hay un fantasma en Villa Candelaria.

JAVIER: (Interrumpiendo) No tiene por qué ser un fantasma. Quizá sea eso que la llaman...poltergeist, creo. Casa encantadas, ya sabes: ruidos, voces, objetos que se mueven solos y cosas así. Antes se creía que era cosa de fantasmas, pero luego se descubrió que esos fenómenos los provocaban algún habitante de la casa, por lo general adolescente. ¡Como tu hermana pequeña! Estoy seguro de que esa niña...

VIOLETA: (Interrumpiéndolo). Que pesado te pones. Azucena sólo es un poco tímida ¿Vale? No tiene nada que ver con esto. Ahora, déjate de tonterías y supongamos que hay un fantasma en la casa. Lo que está claro es que no todo el mundo puede notar su presencia. De hecho, hasta que llegaste tú, solo yo podía verlo.

JAVIER: Bueno, ¿y qué?

VIOLETA: Dicen que hay personas más dotadas que otras para percibir los fenómenos sobrenaturales. Yo lo estoy, pero tú mucho más.


JAVIER: ¿Y eso por qué?

VIOLETA: Porque hasta ahora yo sólo había olido el perfume a nardos, o escuchado pasos. Como mucho, había visto sombras y reflejos raros. Pero de repente llegas tú y se mueven los libros o aparecen palabras escritas en los espejos. Eso jamás había pasado. Es como si tu presencia aquí le diera fuerzas para manifestarse. (Hizo una pausa y concluyó). Beatriz quiere que averigüemos lo que le sucedió).


JAVIER: (Con desanimo). Pero si no estamos seguros de que sea Beatriz. ¿Tú la has visto? Pues yo tampoco, salvo la falda de su vestido, y ni siquiera estoy seguro de lo que vi. Podría ser cualquier cosa, las enaguas de María Antonieta, por ejemplo. Lo que tenemos que hacer es buscar un exorcista, un brujo o algo así. (Bromeaba este, pero Violeta ni siquiera sonrió).

VIOLETA: Es Beatriz (insistió con gravedad) estoy segura, Javier, es ella. Quiere contarnos lo que le sucedió, pero por alguna razón no puede, así que nos da pistas para que lo averigüemos nosotros.

JAVIER: ¿Qué pistas?

VIOLETA: Que esperaba un barco, el Savanna. Y ahora nos ha dado un nombre: Amalia.

JAVIER: ¿Y quién demonios es Amalia? Porque esa es otra: si ese fantasma tuyo quiere darnos pistas, podría hacerlo mucho mejor. ¿Amalia qué? Hubiese sido un detalle decirnos el apellido; pero no, claro, los espíritus tienen que ser misteriosos. Amalia, Amalia... Debe de haber miles de Amalias.

VIOLETA: (Acercándose) Ya lo averiguaremos, Javier; ahora olvídate de eso. Tengo que hacer algo (Confidencialmente), y necesito tu ayuda.

JAVIER: (Con desconfianza) ¿Para qué?

VIOLETA: (Titubeando) Pues... Es por lo que dijiste el otro día sobre el desván. Creo que tienes razón. Cuando Beatriz desapareció, sus familiares tuvieron que hacer algo con sus cosas. Quizá las tiraron, pero también es posible que las guardaran.

JAVIER: En el trastero.

VIOLETA: Sí, además, ¿no dices que viste el vuelo de una falda en las escaleras? Pues esas escaleras llevan al trastero, así que Beatriz quería decirnos que fuéramos allí.

JAVIER: Y tú quieres que nos pongamos a resolver en ese cuartucho polvoriento lleno de chismes, arañas y ratas ¿Verdad?


(Violeta sonríe con inocencia y asintió. Javier de repente se siente muy, pero que muy deprimido)

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